Poema sin título
Tu cabello crea viento
la brisa nace en ti.
Y el vino nos inunda la
sangre
tú eres musa de carne y hueso
has descendido desde las
diosas del verso
para hacerte real y mía
Mujer que mueve el cabello
soltando verso y vida.
Que estás ya en la tierra
tuya
y nuestra
quédate en el mundo,
simplemente
quédate en la vida, musa mía.
hojas
secas
La
tarde pareció no morir. Tu sombra se escondía
bajo el árbol otoñado que aquella noche solitario
deshojé
Hojas nacientes derramabas tú por mi camino…
Y yo, a su encuentro, secas ya, las recogía.
El árbol resecó, y no hubo
hojas que desflorar.
Las
que mustiaron en tu senda, hojas trisadas
que despojaste al andar, las reunía yo, y las
esparcía en la brisa de la tarde que no quiso
morir…
Y cuando tú tornabas a
encontrarlas,
rejuntabas sin quebrar,
pacientemente, y las
guardabas en el árbol tierno de tu corazón, que
nunca deshojé.
1.962
a
una Artista
Sus ojos negros, sus ojos
su viento triste, su viento.
su alma en celo, tu alma
tu tez morena…
tu pelo al viento.
Lleva una lumbre en silencio
lumbre de infancia,
y de tiempo.
Va tan de lejos, su cuerpo
negros sus ojos,
su viento.
Tiene la palabra en celo
tiene el pensamiento adentro
Su melena siembra en vuelo
un capullo de iris tierno.
Ojo y brisa, llanto y lejos,
vas partiendo en vida y
tiempo.
Tu cabello me ha dejado
un dulzor de pasión y cierzo,
dulzor de lento verano…
Su viento triste, su vuelo
su alma en celo, su tiempo.
Ya de tí, nazco un pasado
ya de tí, ando el recuerdo.
Ardor de beso moreno
pasión madura, y tormento.
Cuánto de niña en el verso
cuánto de luz en el verbo.
Vocablos de siempre, y al
tiento
tu
pulso de voz desde adentro.
Sus ojos negros, sus ojos
su viento triste, su viento…
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Quién el que bajo el manto claro pasa y ronda
quién el que vela tu humanal porfía
y quién el que divaga en su nocturno duelo.
Todos los sigilos de la pena mía.
Quién el que retoca en su tambor de niebla
toda tu querella de hora fría,
quién en fin, el que en tu
palabra dormida
resume todo el cántaro que desbordara
el
día.
marino amor
En ti se funden
rostro y viento
cuerpo y noche.
Oleaje que me das
a la luz del hijo
a la voz del seno.
Tu entrega
sembradura y don.
Tu tiempo
labio prieto
pálida repasadora del beso.
Mujer
cópula y sueño
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El sexo te deletrea el cuerpo
sin más razón que la vida.
dádiva
El mar está colmado de ocaso,
y la brisa, de ti.
Aleteos perdidos que son
pasajeros de la arena,
van en sombras, y los últimos nidos dejados se
cubren de bullicio.
Agobiado de inmensidad, te entrego mi
mejor poema:
Tus
ojos son nidos de pájaros eternos.
San Vicente
He desandado
en mí tu fulgor
con la sombra de mi noche,
que va haciendo de su negro
toda un alma
como hace el ave de la paja
todo un nido…
Y es el clamor del ave mi
clamor
Y es la noche de su pétalo mi
luz.
Eres tú mujer una ánfora en
la pena
que se llena con mi canto
anochecido
Y eres tú mujer un cántaro
del agua recogiendo mi
latido.
Voy como un río a tu sed de
lágrima
a recorrer con mi brío tu
lejura,
Porque estás y no estás al
mismo tiempo
en el temor de mi llegada
dolorida.
Te miro y te deshago en tu
noval entrega
y te hago luz y me haces luz
en el retiro.
Dame tú la morenidad y tu paisaje
yo te daré del tiempo de la
vida.
Dame tú el aroma que te vuela
y abandona
yo te daré de esta lámpara
que enciendes.
Permanezcamos la escena del
amor
hasta que el amor nos funda,
y perdure el sueño.
Y vino el poema a madurar el día
Y viniste tú, a madurar la noche.
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Tus
pies hollaron la arena...
+ +
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Saliste a dejar que tu espíritu bogase
por la
mar, y con tus cabellos tardos,
la brisa tejió un
nido.
Y nació el amor.
Mirabas mi sombra vagarosa entre las olas, y
enmarañaron tus ojos la noche: avecillas que
remontan vuelo dejando en olvido su moranza.
Entonces, quisiste cobijar con la hechura de tu
cuerpo blanco, el recogimiento eterno del océano,
sus ondas contritas.
Y
desde el fondo un rielar de luna sombreó a los
mares el nido de tu cabellera…
Y
absorto, en la penumbra, mi cuerpo peregrinó
hacia tu reflejo en el piélago. Y tornando la
estrella a la hora de la oscuranza,
tejió con sus
rayos blancos, sobre un insomne amor.
Sublime y humano el amor.
un poema de Eros
El amor
rompiente como un río
invade tu perfil pequeño
y se destierra a sí mismo
para horadar la noche.
Sagrada noche del relámpago
agreste 200
visionaria de un Deseo
anclado
bajo la techumbre de montaña
Amor rompiente que el aire
ilumina en lo desnudo
Cabañal en soledad de bosque
hermana de la paja y el
silencio,
Cuando las voces ahogan su
cópula en el trueno
las cuatro manos se desnudan
y se asombran
y los cuerpos se inundan de
sudor y fuego.
Amor, amor lejano de boscaje
y bruma
amor parido al acecho del
viento.
Vas como el zorro y como la
liebre vuelves
Vas en el sueño y con la hora
vuelves.
Vas y retornas, partes y
revuelves
Nadie sabe cuando eres y de qué
renaces
y contigo hasta el dolor desamanece.
Y el sexo vierte su manantial
de río amanecido
en las bifurcaciones de tu
entraña roja.
Y tu mirada obscura, se
anochece.
1.980
palabra
pura
Tú
siempre tiendes sendas nacidas
¡huella eternal que voy acogiendo!
Tú
siempre en pos de horizontes
¡un horizonte soy, perdido!
Tienes ojos que guardan lejanías
¿qué lazarillo llevo que voy
vagando sin
pasos tuyos?
Entregas rumbos a los arcos sin ruta
¡el arco soy, el arco que alberga apenas la
senda que vas trazando!
Poesía erótica
Quiero poner mi cuerpo en el
centro de tu nido
Quiero anidar mi sexo en la
hondura de tu vello
Quiero enredar mis manos en
lo negro de tu pelo
y entrar mi beso en lo
cristal de la mirada tuya
Resbalando mi boca en la
humedad de tu piel
por todo el sendero de tu
sangre
en todos los poros que tu
sangre riega
Besarte hasta el beso y hasta
el alma
recorriendo en el sentido,
tu latido sintiendo
latir de tanto latido
y sentir regada tu ánima en
toda la senda que me
lleva a tu sitio
al sitio mismo de la piel
tu centro mío, y nuestro,
al sitio que tus ojos
absortos miran
cuando nuestras bocas se
juntan buscando el
vientre a solas.
nautAmor
Avanzando
en este pájaro inmenso que
nos lleva hacia el
olvido
entreveo en el filo de la
nube
tu figura.
Te dejé
asida a la esperanza.
Tornaré
tomado del recuerdo.
No son tuyos
ni este manto de paz que nos
invade el rostro en
su blancura
ni la enajenación del
infinito
que me aleja de tí
sin detenerme,
ni la distancia que ha nacido
en el dolor.
Mas
son tuyas
hora y sombra
beso y queja
piel y entrega.
Y la ojiva
remeda en el aguaje
su lágrima furtiva.
Ella es
ya una sombra.
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Tus manos
tus
senos
tus
muslos,
están
conmigo.
Mas,
faltas
tú.
¿Dónde
te has dejado?
poema
vivo
La
llama redora su brío
el amor duerme, con tino.
Calor vibrante en la fibra
tendedura regada en la colcha.
Color que duele y perdura
quietud que amansa la bruma.
El fuego araña la piedra
tu cuerpo cae en mi hastío, manta
tibia…
El rescoldo se aprisiona en
la chimenea
tu clamor se enmorena
en piel.
Danzar de fuego puro
dormir de amor pacificador.
Flamas de furia y de frío,
me endulza tu cintura loca.
El
antivida
La
sabia moral
sabiamente se renueva
en el bien de vida.
El hijo no gestado
se lo puede desquerer
sin no querer al amor.
El mundo va hacia el siglo.
Tengo fe en el hombre
Pone su razón la hembra.
Y la naturaleza misma
despierta
su agua nueva de fuentes
y la hierba anticonceptiva.
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El árbol
hastiado de acera
ramea sobre la mujer
náufraga en el cristal.
El sol calcina el negror de
la brea
y la raíz del verdor
serpentea moribunda en el
cemento.
Y un rosal acude en brisa
espina y hojas solas
en la soledad del paredón de
la calle
que blanquea su largor de
guarda.
Habrá una mujer
me dice el viento
que tenga mi soledad
hecha de verso…?
poema
Tu estarás colmada siempre con el alma de
todos mis trajines, de todos
mis poemas, de todas
mis lágrimas.
Mujer equinoccial
En ti están todas las indias
de América.
Morena piel de moreno tiempo.
Manos cariñosas de mestiza
herencia
Todos los siglos pasados se
aventuran en tu
frente
Has sido horneada en moldes
de sangre
Has llegado a mí tostada como
pan nuevo
suavecita
y caliente como pan del día
estás hecha con masas
ancestrales
Te fueron moldeando para
poner en mis manos tu
cuerpo
permanente de mujer
hermosa curvatura que mi
deseo enciende
quiero tomarte entre mis
manos
tomar tu sexo y hacerlo andar
por todo este silencio
eres mía desde los tiempos
del barro indígena
étnicos y españoles han
pasado por la gestación de
tu carne
y sin darte cuenta tú
te fueron haciendo
ecuatorianísima
la sabiduría india fue
amasándose en tu boca de
sonrisa sensual
morena y mía
traída a mi lecho desde un costanía de Valdivias
Descendida en mí
Puesta sobre mis ansias tu
piel de princesa que
los Indios rescataron de sus tardes
de afrenta
única salvada del diluvio y
la conquista
Me la trajeron para
inmortalizarte escribiéndote
el poema.
Mariela,
la Africana
Tus vivos ojos
negros que conocí aquella
tarde hecha para tu risa
blanca
de marfil perfecto
me dijeron de toda una
historia morena arribada a
las
costas de esta tierra
cuando lo habitaba soledoso
el ancestral indígena
que vive en nuestra sangre
y está en el maíz e hizo el
techo que le cubre.
Llegaste mujer en un barco
ajeno
a imponer tu danza negra en
el universo del
incaSol
del Scyri y del Cayapa.
Y somos ahora lo mestizo y lo
ecuatorial
gitanos de la raza.
El espejo
(nuevo)
Si tú cantas
yo te miro.
Si te miras
yo te canto.
El Poeta es libre como el viento.
Foto del Poeta