APRECIACIÓN DE LA COMUNICACIÓN EN SALUD EN LA OBRA DE
EUGENIO ESPEJO
Dr. Fernando Guerrero Bermúdez
Para apreciar la comunicación en salud en la obra de Eugenio
Espejo, es necesario saber qué es comunicación en salud y la relación que consideramos
existe con la obra de este gran personaje. En esta apreciación, tomaremos
criterios actuales, sin llegar al anacronismo (concepción crítica que pretende
juzgar hechos del pasado valiéndose de conocimientos actuales que llegan a
determinar criterios distorsionados), por lo que
consideraremos sus ideas y sus obras como actividades precursoras de la expresión
de la comunicación en salud, es decir, como un mensaje de herencia simbólica mental
cognitiva.
Se dice que la
comunicación en salud abarca el estudio, la investigación y el uso de
estrategias de comunicación, para informar e influenciar en la conducta y
decisiones personales y sociales para preservar y mejorar la salud.
Para reflexionar y tener criterios de comunicación en salud,
es conveniente reflexionar sobre nuestra capacidad psíquica de entender, que es
la que nos permite tener una idea clara de una cosa o circunstancia y ha sido
la base para la creación de cultura y civilización; además, el entender
contribuye a que reflexionemos y podamos analizar nuestras condiciones vitales.
Es por esta facultad psíquica, que podemos relacionar el fenómeno de la comunicación
con la salud.
Puesto que la comunicación en salud es parte importante de
la comunicación en general, es conveniente repasar que es comunicación.
La importancia de
la comunicación radica en que es consustancial a todo lo que existe.
El vocablo
comunicación deriva del latín communicare,
que significa “compartir algo, poner en común”; la comunicación, desde el punto de vista ontológico,
considera que este compartir se da entre los componentes del Todo o
Universo. La comunicación es consustancial a la realidad, porque ésta es la
presencia efectiva de algo que puede dar o recibir información e influencia por
resonancia; este elemento es concurrente tanto para la realidad como para la
comunicación, ya que la realidad y la comunicación se desenvuelven en campos
energéticos vibracionales resonantes, ya que todo vibra en el Universo.
La comunicación influencia en gran medida en el
desenvolvimiento de nuestra vida, por lo que debemos comprender cómo se
transforma la información sensitiva vital cognitiva, para formar conceptos que son
los que orientan nuestro comportamiento y conducta.
Siendo la
comunicación un proceso esencial en la conducta humana, se hace necesario revisar
conceptos actuales de neurociencia y conducta en este campo, dados por Rodolfo
Llinás y Eric Kandel, que nos ayudan a esclarecer el proceso mental que crea
imágenes y conceptos.
Rodolfo Llinás, en
su libro “El cerebro y el mito del yo”, manifiesta que, “…desde mi perspectiva
monista, el cerebro y la mente son eventos inseparables. Igual importancia que
lo anterior tiene entender que la ‘mente’ o el estado mental, constituye tan
solo uno de los grandes estados funcionales generados por el cerebro. Los
estados mentales conscientes pertenecen a una clase de estados funcionales del
cerebro en los que se generan imágenes cognitivas sensomotoras, incluyendo la
autoconciencia”. (Llinás. El cerebro y el mito del yo. 2003:1. Bogotá)
A continuación,
Llinás manifiesta: “…Propongo que el estado mental represente o no (como en los
sueños o lo imaginario) la realidad externa, ha evolucionado como un
instrumento que implementa las interacciones predictivas y/o intencionales
entre un organismo vivo y su medio ambiente; para que tales transacciones
tengan éxito, se requiere un instrumento ‘precableado’, genéticamente
transmitido, que genere imágenes internas del mundo externo... La predicción,
función tan radicalmente diferente del reflejo, constituye la verdadera entraña
de la función cerebral.”. (Llinás. El cerebro y el mito del yo. 2003: 4. Bogotá).
Llinás continúa
diciendo: “…Dado que en general el cerebro opera como un sistema cerrado, debe considerársele
como un emulador de la realidad y no como un simple traductor”. (Llinás. El
cerebro y el mito del yo. 2003:16. Bogotá)
Para aclarar la
función psíquica cognitiva que produce conceptos, también debemos considerar
los criterios dados por Eric Kandel, premio Nobel de medicina del 2000, en su
libro “Neurociencia y Conducta”, en este campo; cuando se refiere a la fusión
del estudio de la conducta, la “ciencia de la mente”, con la neurociencia, “la
ciencia del encéfalo”, manifiesta que “…el dogma central de dicha unificación
es que lo que acostumbramos a llamar mente, consiste en una serie de funciones
realizadas por el encéfalo. La acción del encéfalo subyace a toda conducta, no
solo a las conductas motoras relativamente sencillas tales como andar y comer,
sino a todos los actos cognitivos complejos que asociamos con la conducta
específicamente humana, tales como pensar, hablar y crear obras de arte.
Conforme a este punto de vista, los trastornos de comportamiento, que
caracterizan a la enfermedad mental, son alteraciones de la función cerebral”. (Eric
Kandel. Neurociencia y Conducta. 2000:5).
Los seres humanos somos una entidad biológica que orienta su
conducta en base a conceptos; estos son estructuras simbólicas mentales cognitivas, por medio de las
cuales comprendemos las experiencias y adquirimos conocimientos, de manera
dinámica y acumulativa; la información significante, que es la que va a
producir conceptos, proviene de la información de la función de adaptación, así
como también, de la información cuando se adquiere nuevos conocimientos, en un
proceso de interrelación y correlación con la memoria.
Estas construcciones mentales surgen por medio de la
integración en
clases o
categorías,
que agrupan nuevos conocimientos y nuevas experiencias con los conocimientos y
experiencias almacenados en la memoria.
Al concepto se le considera una unidad
cognitiva
de
significado;
un contenido mental que a veces se define como una "unidad del conocimiento".
Podemos reflexionar que la obra y las ideas de Eugenio
Espejo, como investigador, científico, médico,
periodista, abogado, ensayista, tienen relación con lo que se denomina
comunicación en salud, ya que su obra de investigación está orientada por lo
que él llamaba “Reflexiones”, para posteriormente difundirlas con estrategias
de comunicación de su tiempo, en beneficio de la salud personal y social.
En la obra de Espejo, podemos apreciar la comunicación en
salud, ya que todas sus investigaciones las hizo de manera metódica y prolija,
que daban resultados reales, que podían ser aplicados, ya que tenían una
orientación en beneficio del desarrollo y salud de la sociedad. Esto, en gran
medida, lo podemos apreciar en su obra enciclopédica “Reflexiones acerca de las
viruelas”, que es un compendio de historia de la medicina de su tiempo, un
tratado de higiene y ha sido considerado el primer documento de Medicina Social
escrito en América India.
En 1785, se publica
los resultados de su investigación Reflexiones
acerca de un método para preservar a los pueblos de las viruelas; se
puede decir que da lineamientos en el campo de la comunicación en salud, al
cuestionar la higiene del ambiente quiteño y criticar la formación que recibían
los médicos y sacerdotes que estaban en la dirección del hospital de Quito; en
esta publicación, se aprecia un gran contenido deontológico.
Al hacer una historia
razonada del origen de las viruelas y su difusión por el mundo, Espejo dedujo
el carácter eminentemente infecto-contagioso del mal y la necesidad de
aislar a los enfermos.
La mente superior de
Espejo se abona por su gran ilustración, es así como, a sus criterios suma las
ideas de Sydenham, médico inglés famoso, que dice que las
epidemias deben
producirse por miasmas, es decir, por causas no bien conocidas, ocultas en el
suelo, activas en determinados momentos, de "constitución epidémica"
o de "genio epidémico", que al estallar dan a las afecciones
coetáneas aspecto-semejante.
Espejo interpreta a
Sydenham que dice, que la causa de las epidemias está en la pésima constitución
del aire. A partir de este criterio, Espejo agrega que sólo en este elemento y
en sus mutaciones debe residir la causa de las epidemias. "Y a decir
verdad, agrega, la atmósfera que nos circunda, debe tener un influjo muy
poderoso sobre nuestros cuerpos para causarles sensibilísimas
alteraciones".
Pero Espejo va más allá:
"Ahora, si a esta atmósfera se le une una porción de vapores podridos,
será inevitable que contraiga una naturaleza maligna y contraria a la
constitución de la sangre: esto bastará para que se suscite una enfermedad
epidémica, cuyos síntomas corresponden a la calidad propia del veneno inspirado
por los pulmones y derramado en todas las entrañas". Pero los efectos son
distintos en cada caso, y cada enfermedad afecta específicamente tales regiones
y órganos. Y entonces Espejo pregunta: "¿Quién podrá comprender el
misterio de que en semejantes ocasiones el aire venenoso determine a ciertas
partes del cuerpo y no a otras, sus tiros perjudiciales?" Y él mismo se
contesta: "Los físicos se esfuerzan por atribuir este fenómeno a la
diversa configuración de las moléculas pestilenciales y a la capacidad
diversísima de los diámetros que constituyen la superficie de las fibras del
cuerpo. Un glóbulo, pues, entrará bien por un poro orbicular; un corpúsculo
cuadrado, por un diámetro de la misma figura. Así las cantáridas insinúan sus
partículas en los órganos que sirven a la filtración de la orina; el mercurio
donde quiera que se aplique, sube a las fauces y a las glándulas salivares, a
pesar de su conocida gravedad; el acíbar se fija más bien en el hígado, que no
en el bazo, etc. Y así respectivamente con los venenos y los medicamentos
sucede lo mismo".
Espejo tiene un
interés muy importante en la relación recíproca entre esos elementos extraños
al ser y el ser mismo, la interacción que entre ellos se produce. "¿De
dónde sabremos, se pregunta, evidentemente que pase en este recíproco
mecanismo, así de la acción de aquéllos, como de la reacción de los resortes de
la máquina animal?"
Este gran investigador
da criterios sobre ideas universales sobre las epidemias, al manifestar: "...toda especie viviente padece su
epidemia y muerte en una general revolución, que llega a conmover la armonía de
los sólidos y líquidos. Lo más que se puede inferir de aquí es que hay tósigos
en la atmósfera adecuados a los individuos de cada especie racional o bruta,
pero habrá estación en que el aire contraiga una pestilencia que ataque
simultáneamente al hombre y brutos, a vivientes e insensibles: entonces la
epidemia es universal".
Espejo concluye que: "De
esta manera, toda la masa de aire no es más que un vehículo, apto para
trasmitir en vago hacia diversos puntos la heterogeneidad de que está
recargado. Luego el aire mismo no es la causa inmediata de las enfermedades,
especialmente de las epidémicas; y esas partículas, que hacen el contagio, son
otros tantos ´cuerpecillos´ distintos del fluido elemental elástico que
llamamos aire. Luego es necesaria la ´conmistión´ de aquéllos y de éste, para
que resulten esos maravillosos fenómenos, que aparecen de cuando en cuando para
terror y ruina de los mortales".
Y sin poder llegar a
los "cuerpecillos", sin un microscopio, Espejo se pregunta:
"¿Cómo hemos de saber qué figura tengan ellos o qué naturaleza?", por
lo que hay el criterio de que él llegó a las puertas de la Microbiología.
Pero su poderosa intuición
lo conduce aún más lejos: "En la casi infinita variedad de esos atomillos
vivientes, se tiene un admirable recurso para explicar la prodigiosa
multitud de epidemias tan diferentes, y de síntomas tan varios que se ofrecen a
la observación. La dificultad más insuperable es la que causa la viruela,
asistiendo a casi todos los que no probaron su contagio, y perdonando también a
casi todos los que ya la habían padecido. ¿A dónde está el ingenio luminoso que
pueda penetrar estos arcanos?"
De una vez quedan
planteadas la infinita variedad viral y bacterial y la inmunidad a la
reinfección.
Un siglo después de
estas ideas magistrales de Espejo, Pasteur establece la tesis que esos atomillos
vivientes existen y que son efectivamente los agentes patógenos.
Espejo también hizo
investigaciones sobre la sífilis y su origen, y refuta a quienes atribuyen el
origen americano de esta enfermedad y da reflexiones orientadoras que concluyen
que esta enfermedad llegó a América con los colonizadores hispano-lusitanos.
Preocupado siempre de
la salud pública, consciente de las proyecciones del mal y su extensión, Espejo
plantea a las autoridades civiles la iniciación, de la lucha antivenérea, al
tiempo que recomienda a los médicos severas medidas profilácticas.
En sus estudios e
investigaciones sobre la lepra, define la enfermedad como "una corrupción
de humores que reproduce cierta especie de insectos que se anidan debajo de la
cutícula y roen el cutis mismo y todas las partes carnosas internas", y
afirma que su contagio no se produce por el aire: "... no hay duda de que viene de fuera,
de las aguas, el alimento, la ropa y el trato de las personas que la
padecen". Pero advierte que cualquiera que sea la causa del contagio,
"ella es débil, insubsistente, a presencia del ambiente frío y capaz de
perder luego su fuerza venenosa". Por el contrario, "los países
calientes son los que la abrigan".
Espejo recomienda a
las autoridades aislar a los enfermos y hasta proyecta un leprocomio.
En otra genialidad de
sus pensamientos orientados a la salud pública, propone censar a los enfermos
de Quito, que se hace inviable por falta de apoyo de sus colegas, que mal
disimulan su disgusto frente a sus iniciativas.
También se preocupa Espejo
del cáncer y la tuberculosis.
Sobre el cáncer dice
poco en verdad. Pero describe con gran acierto el cáncer uterino.
E igual que en los
casos precedentes, recomienda el aislamiento del enfermo y la incineración de
sus pertenencias.
De la tuberculosis
reconoce que es eminentemente contagiosa. Pide la intervención de la Policía
Médica y sugiere la fumigación y la pintura con cal de la vivienda del
tuberculoso decesado.
A Eugenio Espejo se le
debe considerar como un salubrista precursor de la salud pública, pues en
materia de higiene y sanidad públicas, no reporta la historia latinoamericana
otra figura tan llena de preocupación por el estado de las ciudades, la pureza
del aire que respira la población, el cuidado de las viviendas, el aseo de las
calles, la recolección de la basura, la crianza de animales, la limpieza en los
templos y conventos, la calidad de los alimentos al expendio, la reforma de las
costumbres, la educación de los hábitos, etc. Y no sólo señaló en su estudio el
mal y sus orígenes, también sugirió medidas concretas, y algunas veces hasta
formuló ordenanzas, cuya aplicación dio magníficos resultados.
Como podemos apreciar,
las ideas y la obra de Espejo, y su aplicación práctica, caen en el campo de la
comunicación en salud, porque abarca el estudio, la investigación y el
uso de estrategias de comunicación de su tiempo, para informar e influenciar en
la conducta y decisiones personales y sociales para preservar y mejorar la
salud.
Fuentes de Información:
López, Sánchez José.
“Ensayos científicos escritos en homenaje a Tomás Romay”. Academia de Ciencias de Cuba, La Habana.
1968: 143-154.
Llinás, Rodolfo. “El Cerebro
y el Mito del Yo”. Editorial Norma. 2003. Bogotá
Kandel, Eric. “Neurociencia
y Conducta”. Peñalara S. A. 2000. España